Internet está lleno de rumores sobre un imperio que ha caído en el olvido. Tartaria fue una civilización muy desarrollada que supuestamente existió hace mucho tiempo y tuvo un gran impacto en la historia de la humanidad durante cientos de años. Sin embargo, fue sistemáticamente borrada de los registros históricos mediante encubrimientos deliberados, catastróficas inundaciones de lodo y destrucción total. Desde antiguas pirámides hasta grandes capitolios, personas de todo el mundo llaman a los edificios reliquias de esta superpotencia perdida. Hay mucho interés por este imperio "perdido", pero queda una pregunta importante: ¿existió realmente Tartaria como una civilización única y avanzada, o es sólo una fascinante fantasía moderna hecha de retazos de historia, pseudociencia y folclore inofensivo?
El Auge de una Conspiración: Del Nacionalismo Ruso a un Acontecimiento Mundial
Para entender la conspiración de Tartaria, hay que remontarse a sus extraños comienzos en Rusia en la década de 1970, cuando empezó como una pseudohistoria nacionalista en lugar de como un rompecabezas arquitectónico. Anatoly Fomenko, un matemático ruso, fue el primero en proponer la idea de una "Nueva Cronología". La controvertida (y ampliamente desacreditada) tesis de Fomenko afirmaba que las cronologías históricas eran fundamentalmente erróneas, y que acontecimientos que la gente creía que habían ocurrido hace miles de años en realidad sucedieron mucho más tarde, en la Edad Media. Su visión revisionista del mundo postula que civilizaciones como la antigua Roma y Egipto fueron inventadas o el resultado de una distorsión cronológica. En esta línea temporal desordenada, Tartaria se convirtió en el "verdadero" pasado de Rusia, un gran imperio oculto a la historia dominante.
El trabajo académico marginal de Fomenko encontró mucho interés en Nikolai Levashov, un esoterista ruso y autodenominado vidente que gozó de gran popularidad en la década de 1990. Levashov ideó largas historias místicas que mezclaban la pseudohistoria con el esoterismo espiritual y la mitología racista. Estas historias mezclaban la pseudociencia con el esoterismo espiritual y a Tartaria como una antigua civilización aria gobernada por una población rusa espiritualmente iluminada. Estas ideas calaron hondo en la Rusia postsoviética, donde los sentimientos nacionalistas y el anhelo de relatos históricos diferentes hacían hueco en las mentes de la gente para diferentes narraciones históricas.
Durante años, sólo se habló de la teoría de Tartaria en los círculos pseudocientíficos rusos. La Sociedad Geográfica Rusa la descartó rápidamente como un disparate pseudocientífico y la ignoró durante mucho tiempo. En Occidente, la teoría no se hizo realmente popular hasta mediados de la década de 2010, cuando vídeos en YouTube y las redes sociales empezaron a hacer las mismas afirmaciones a gente de todo el mundo.
La teoría de la conspiración hoy: Principales afirmaciones y "pruebas"
La moderna conspiración de Tartaria engloba varias afirmaciones interconectadas, cada una de ellas respaldada por una combinación de pruebas históricas malinterpretadas, anomalías arquitectónicas e interpretaciones especulativas:
1. La gran inundación de lodo
La teoría de la Tartaria se basa en el concepto de una catastrófica "inundación de lodo" que supuestamente sepultó las plantas bajas de edificios de todo el mundo, lo que explica por qué muchas estructuras antiguas tienen ventanas en los sótanos y niveles inferiores parcialmente sumergidos. Sus defensores afirman que esta inundación se ocultó deliberadamente de los registros históricos como parte de un encubrimiento masivo.
2. Tecnología energética avanzada
Los teóricos afirman que la civilización tártara poseía una avanzada tecnología energética, supuestamente evidenciada por la prevalencia de agujas metálicas, elementos arquitectónicos ornamentados y edificios abovedados. Estas estructuras se interpretan como componentes de un sistema inalámbrico de distribución de energía similar a la teórica transmisión inalámbrica de electricidad de Nikola Tesla.
3. La homogeneidad arquitectónica como prueba
La difusión mundial de la arquitectura neoclásica y de Bellas Artes en el siglo XIX se presenta como prueba de un imperio tártaro unificado. Se afirma que los edificios de Chicago a París, de San Francisco a San Petersburgo, que comparten elementos de diseño similares, son vestigios de esta civilización perdida y no productos del intercambio cultural y los movimientos arquitectónicos coloniales.
4. La teoría del gran reseteo
Algunas versiones afirman que los acontecimientos catastróficos del siglo XIX -ya fueran inundaciones de lodo, erupciones solares o destrucción deliberada- se utilizaron para "resetear" la civilización, borrando el conocimiento de Tartaria y sustituyéndolo por relatos históricos manufacturados creados por las potencias victoriosas.
5. Trenes de huérfanos y repoblación
El histórico Movimiento de los Trenes de Huérfanos (1854-1929), que reubicó a miles de niños huérfanos y desamparados de las ciudades orientales a zonas rurales, se reinterpreta como prueba de la despoblación masiva tras la destrucción de Tartaria, con los niños supervivientes redistribuidos para repoblar un mundo devastado.
Realidad histórica: Qué fue realmente "Tartaria
El término "Tartaria" o "Tartaria" sí aparecía en los mapas europeos de los siglos XIII al XIX, pero su significado era fundamentalmente distinto al de la narrativa de la conspiración. "Tartaria" era una denominación europea genérica para las vastas regiones, en gran parte no cartografiadas, de Asia Interior, Siberia y las estepas de Asia Central. El nombre derivaba de "tártaro", en referencia a los pueblos mongoles y túrquicos que habitaban estos territorios.
En los mapas aparecían diferentes versiones de "Tartaria": "Gran Tartaria" (que abarcaba Siberia y Mongolia), "Tartaria china" (partes de China occidental), "Tartaria independiente" (kanatos de Asia central) y "Tartaria rusa" (territorios controlados por Rusia en Siberia). Se trataba de designaciones geográficas en mapas creados por europeos con un conocimiento limitado de estas regiones lejanas, no de referencias a una entidad política unificada.
Las entidades políticas reales de estos territorios incluían la Horda de Oro (siglos XIII-XV), varios kanatos de Asia Central (Khiva, Bukhara, Kokand), el kanato Dzungar (siglos XVII-XVIII) y numerosas confederaciones tribales y potencias regionales menores. Ninguno de ellos constituyó un único "Imperio tártaro" con las características descritas por los teóricos de la conspiración.
A medida que el conocimiento europeo de Asia mejoraba gracias a la exploración y la colonización, la imprecisa denominación de "Tartaria" fue desapareciendo de los mapas, sustituida por etiquetas geográficas y políticas más precisas. A finales del siglo XIX, el término había quedado obsoleto en la cartografía seria.
Desacreditar las principales afirmaciones
El mito de la inundación de lodo
La supuesta evidencia de una inundación global de lodo -ventanas en sótanos y plantas bajas parcialmente enterradas- tiene explicaciones arquitectónicas y urbanísticas sencillas. Las ciudades construidas en terrenos con pendientes naturales suelen tener edificios con diferentes niveles de suelo en los distintos lados. El levantamiento de las calles, una práctica común en las ciudades del siglo XIX, a menudo dejaba las plantas bajas originales parcialmente por debajo del nuevo nivel de la calle. Las inundaciones y la posterior acumulación de sedimentos en ciudades fluviales como San Petersburgo crearon paisajes urbanos multinivel a lo largo de siglos, no de la noche a la mañana.
Además, las ventanas de los sótanos eran una opción de diseño deliberada para obtener luz y ventilación naturales en los edificios de la era preeléctrica, no una prueba de enterramiento. La acumulación gradual de tierra y escombros alrededor de estructuras antiguas es un fenómeno arqueológico bien documentado que se produce a lo largo de décadas y siglos, no el resultado de una inundación catastrófica repentina.
El argumento de la arquitectura
Las similitudes arquitectónicas citadas como prueba de la Tartaria son en realidad resultados bien documentados de la difusión cultural, la expansión colonial y las redes profesionales. El movimiento Beaux-Arts del siglo XIX, originado en París, difundió deliberadamente un estilo clásico estandarizado por todo el mundo a través de la École des Beaux-Arts, donde se formaron arquitectos de muchas naciones.
Las potencias coloniales europeas exportaron sus estilos arquitectónicos a las colonias de todo el mundo, lo que explica las similitudes entre los edificios gubernamentales de la India, África y América. A partir de 1851, las exposiciones internacionales (Ferias Mundiales) mostraron y difundieron las tendencias arquitectónicas por todo el mundo. La Revolución Industrial permitió la producción en masa de elementos arquitectónicos, lo que hizo que los elementos ornamentales fueran accesibles en todo el mundo.
Arquitectos como Daniel Burnham, Stanford White y sus contemporáneos diseñaron edificios en varios continentes, creando naturalmente una continuidad estilística. Esto representa un intercambio cultural y una práctica profesional normales, no la prueba de una civilización oculta.
Tecnología de energía libre
La afirmación de que los elementos arquitectónicos ornamentados representaban una tecnología de distribución de energía no tiene en cuenta ni la finalidad real de los edificios ni los principios físicos de la transmisión de energía. Las agujas y las cúpulas tenían fines estéticos, religiosos y acústicos, y los componentes metálicos solían ser pararrayos, una tecnología de protección eléctrica demostrada, no dispositivos de captación de energía.
Los experimentos de transmisión inalámbrica de energía de Tesla, aunque reales, seguían siendo teóricos para la distribución de energía a escala y no guardan relación con la arquitectura del siglo XIX. Los elementos decorativos interpretados como "tecnología" (herrajes ornamentales, remates, sistemas de ventilación) tenían fines convencionales bien documentados.
El problema de la cronología
La "Nueva Cronología" de Fomenko ha sido ampliamente refutada por historiadores, astrónomos y arqueólogos mediante múltiples métodos de datación independientes. La dendrocronología (datación por anillos de los árboles) proporciona registros continuos que se remontan a miles de años, en correlación con la cronología tradicional. La datación por radiocarbono, contrastada mediante múltiples laboratorios y métodos, confirma sistemáticamente las cronologías históricas convencionales.
Los registros históricos independientes de China, el mundo islámico, Europa y otras civilizaciones corroboran mutuamente sus cronologías. Los acontecimientos astronómicos registrados en textos antiguos (eclipses, cometas, posiciones planetarias) pueden calcularse hacia atrás y coinciden con precisión con la datación tradicional. La estratigrafía arqueológica -la estratificación de artefactos y asentamientos- respalda sistemáticamente la cronología convencional.
Por qué persiste la teoría tartaria
A pesar de haber sido desacreditadas en profundidad, las teorías de la conspiración tartaria siguen atrayendo a creyentes. Varios factores psicológicos y sociales explican esta persistencia:
Reconocimiento de patrones y apofenia: Los humanos estamos predispuestos a ver patrones y conexiones, incluso cuando no existen. Los estilos arquitectónicos similares del siglo XIX crean un patrón visual convincente que parece requerir una explicación más allá de los relatos históricos convencionales.
Desconfianza en las instituciones: El creciente escepticismo hacia las instituciones académicas, gubernamentales y mediáticas hace que las narrativas históricas alternativas resulten atractivas para quienes creen que la historia "oficial" se falsifica deliberadamente.
El atractivo del conocimiento oculto: Creer en Tartaria ofrece la posición psicológicamente satisfactoria de poseer un conocimiento secreto que no está al alcance de las masas engañadas, una característica común del pensamiento conspirativo.
Nostalgia y grandeza perdida: Las narraciones de Tartaria suelen idealizar una civilización pasada supuestamente superior, apelando a los descontentos con la sociedad moderna y añorando una edad de oro imaginada.
Cámaras de eco en Internet: Los algoritmos de las redes sociales crean comunidades que se refuerzan a sí mismas, en las que los creyentes de Tartaria interactúan principalmente con personas afines, lo que refuerza las convicciones a través del sesgo de confirmación.
Complejidad mal entendida: La arquitectura histórica, el desarrollo urbano y la cronología son realmente complejos. Las narrativas conspirativas simplificadas ofrecen explicaciones aparentemente coherentes de fenómenos que los procesos históricos reales explican a través de factores interconectados que requieren más esfuerzo para comprenderlos.
La verdadera historia que merece la pena explorar
Irónicamente, al perseguir la ficticia Tartaria, los creyentes pasan por alto realidades históricas realmente fascinantes sobre las regiones y periodos en cuestión. El Imperio Mongol, que se extendió por toda Eurasia en su apogeo, creó un intercambio cultural y tecnológico sin precedentes entre Oriente y Occidente, que incluyó la edad de oro de la Ruta de la Seda y la transmisión de tecnologías como la pólvora y la imprenta.
Los diversos kanatos de Asia Central desarrollaron sofisticados sistemas administrativos, tradiciones arquitectónicas y logros culturales. El Renacimiento timúrida en el Asia Central de los siglos XIV y XV produjo notables avances en astronomía, matemáticas y arquitectura, logros reales que no requieren teorías conspirativas.
La lucha del kanato Dzungar contra la expansión Qing en los siglos XVII y XVIII fue un auténtico drama histórico con consecuencias duraderas para los pueblos de Asia Central. La expansión rusa en Siberia supuso complejas interacciones con los pueblos indígenas, creando una rica historia multicultural.
La historia real de la arquitectura del siglo XIX -incluidos los factores sociales, económicos y tecnológicos que posibilitaron su desarrollo- es más interesante que los edificios ficticios de captación de energía. La transformación de la construcción por la Revolución Industrial, el auge de la arquitectura profesional y el intercambio cultural global crearon el paisaje arquitectónico que los teóricos de Tartaria malinterpretan.
Conclusiones: El peligro y el atractivo de la pseudohistoria
La conspiración de Tartaria, al igual que otros relatos pseudohistóricos similares, representa un fenómeno moderno en el que la cultura de Internet, la desconfianza en las instituciones y la interpretación selectiva de las pruebas crean elaborados marcos históricos alternativos alejados de la realidad verificable. Aunque las fotografías arquitectónicas y los mapas antiguos citados como pruebas son reales, su interpretación exige ignorar los métodos de datación establecidos, las pruebas documentales y las explicaciones históricas directas de los fenómenos observados.
La evolución de la teoría desde la mitología nacionalista rusa hasta el fenómeno global de Internet demuestra cómo las ideas pueden mutar y extenderse a través de las fronteras culturales, encontrando nuevas audiencias con diferentes motivaciones para creer en ellas. Para algunos, ofrece una visión romántica de una civilización avanzada perdida; para otros, valida la sospecha de las narrativas históricas; para otros, proporciona un misterio atractivo para investigar.
Sin embargo, la aceptación de estas teorías tiene sus costes. Desvía la atención de las verdaderas complejidades y logros históricos, reduce el pensamiento crítico al aceptar afirmaciones extraordinarias sin pruebas extraordinarias y puede servir de puerta de entrada a teorías conspirativas más dañinas sobre acontecimientos e instituciones contemporáneas.
El pasado real -con sus imperios documentados, sus auténticas maravillas arquitectónicas, sus innovaciones tecnológicas reales y sus complejos intercambios culturales- ofrece una visión profunda de la civilización humana sin necesidad de fabricarla. Los mongoles construyeron de verdad el mayor imperio contiguo de la historia; los eruditos de Asia Central hicieron contribuciones revolucionarias a las matemáticas y la astronomía; los arquitectos del siglo XIX crearon una belleza duradera en todo el mundo. Estos logros no necesitan conspiración para ser notables.
Entender por qué las teorías de Tartaria atraen a la gente es más productivo que limitarse a tachar a los creyentes de tontos. Las teorías responden a preocupaciones reales sobre la fiabilidad institucional, satisfacen la curiosidad real sobre el pasado y ofrecen una comunidad real a quienes se sienten alienados del discurso dominante. Abordar estas necesidades subyacentes -a través de una educación histórica más accesible, instituciones más transparentes y relatos históricos más inclusivos- puede resultar más eficaz que desacreditarlas por sí solas.
En última instancia, la historia de Tartaria sirve de ejemplo de cómo la alfabetización histórica, el pensamiento crítico y un sano escepticismo siguen siendo esenciales en una era de la información en la que las narraciones convincentes pueden difundirse más rápidamente que las correcciones de los hechos. El pasado es lo bastante misterioso como para no ser inventado, lo bastante complejo como para exigir un estudio minucioso y lo bastante extraordinario como para inspirar asombro basándose en lo que realmente ocurrió y no en lo que desearíamos que hubiera ocurrido.