El Proyecto Bluebird es uno de los programas más inquietantes de las operaciones de inteligencia de principios de la Guerra Fría que siguen vigentes hoy en día. En abril de 1950, la Agencia Central de Inteligencia puso en marcha esta operación secreta. Fue el inicio del estudio sistemático del gobierno estadounidense sobre el control mental, la manipulación del comportamiento y la guerra psicológica. Lo que comenzó como una forma de proteger a la gente de lo que se pensaba que eran técnicas soviéticas de lavado de cerebro se convirtió rápidamente en uno de los programas moralmente más cuestionables de la historia de la inteligencia estadounidense.
La Guerra Fría: de dónde vino y qué fue
Estados Unidos estaba muy paranoico a principios de la década de 1950, razón de peso por la que se puso en marcha el Proyecto Bluebird. La guerra de Corea comenzó en junio de 1950 y empezaron a salir informes de que los prisioneros de guerra estadounidenses estaban sufriendo un "lavado de cerebro" por parte de sus captores norcoreanos y chinos. La palabra era nueva en las lenguas occidentales. Procedía de la palabra china "xinao", que significa "lavar el cerebro".
El 20 de abril de 1950, Roscoe Hillenkoetter, el jefe de la CIA, dio el visto bueno para que el Proyecto Bluebird obtuviera dinero. El memorando en el que se pedía permiso contenía advertencias que decían que era muy delicado y que sólo un número muy reducido de personas debía conocer el proyecto. La naturaleza secreta del proyecto era tan importante que fue directamente al Director en lugar de pasar por el Comité de Revisión de Proyectos normal.
La CIA hizo lo que hizo por dos razones. En primer lugar, los funcionarios de inteligencia pensaban que la Unión Soviética, China y Corea del Norte habían ideado nuevas formas de obtener información de los prisioneros y quizá incluso de programar a las personas para que hicieran cosas contra su voluntad. En segundo lugar, la Agencia quería mejorar sus propias habilidades en este campo, tanto para los interrogatorios como para posibles operaciones ofensivas. Un documento desclasificado decía que el objetivo del programa era estudiar "la posibilidad de controlar a un individuo mediante la aplicación de técnicas especiales de interrogatorio."
Estructura y métodos del Proyecto Bluebird
El Proyecto Bluebird pretendía ser un programa de control mental completo e integrado que funcionara tanto dentro como fuera del país. El programa creó equipos especiales de interrogatorio formados por tres personas principales: un psiquiatra, un técnico poligráfico y un hipnotizador. Estos equipos hacían su trabajo mientras simulaban estar realizando pruebas poligráficas normales, lo que les permitía hacer experimentos sin que nadie se diera cuenta.
El Proyecto Bluebird utilizó una amplia gama de métodos experimentales, muchos de ellos muy extremos. Alrededor del 70% de las pruebas utilizaron la hipnosis. Los investigadores intentaron crear "mensajeros hipnóticos" capaces de recordar cosas mientras estaban en trance y luego devolverlas a la orden sin recordar el suceso. El objetivo era crear personas capaces de entrar en lugares seguros, recoger información confidencial y olvidar todo lo sucedido.
El interrogatorio químico fue otra parte importante. Los investigadores probaron varias drogas psicoactivas, como el pentotal sódico (que a menudo se denomina suero de la verdad), la morfina, la mescalina y otras. Los investigadores administraban estas drogas a los sujetos de prueba, a menudo sin su conocimiento o consentimiento, en un esfuerzo por debilitar sus defensas mentales y hacerlos más abiertos a la sugestión. La CIA quería averiguar si las drogas podían obtener de forma fiable información de personas que no querían darla o cambiar su comportamiento de forma que pudiera controlarse.
El Proyecto Bluebird estudió muchos otros métodos además de las drogas y la hipnosis. Los investigadores estudiaron el uso de la terapia de descargas eléctricas para provocar amnesia. Los investigadores estudiaron la privación sensorial, las temperaturas extremas, los ruidos fuertes y la falta de sueño como formas de debilitar la voluntad de una persona y hacerla más abierta a la sugestión. El programa estudió incluso la posibilidad de utilizar virus como armas.
Los objetivos débiles
Uno de los aspectos más inquietantes del Proyecto Bluebird era que se dirigía deliberadamente a personas débiles que no podían dar su consentimiento informado ni protegerse a sí mismas. Documentos desclasificados e investigaciones históricas indican que alrededor del 80 por ciento de los sujetos de prueba eran pacientes psiquiátricos, individuos que ya se encontraban en estados mentales vulnerables y que fueron sometidos a procedimientos experimentales sin su consentimiento.
El programa perseguía claramente a distintos tipos de personas. Hospitales militares como el Bethesda Naval Hospital, el Walter Reed y el Valley Forge de Pensilvania utilizaron "métodos especiales de interrogatorio" con prisioneros de guerra estadounidenses que regresaban de Corea. Los desertores, refugiados y prisioneros extranjeros también eran sujetos importantes, y el programa estaba especialmente interesado en utilizar estos grupos para las pruebas.
Los documentos muestran que los equipos del Proyecto Bluebird trabajaron en muchos lugares del mundo en la década de 1950. Se hicieron pruebas en Europa, Japón, el sudeste asiático, Filipinas, Alemania Occidental, Francia y Corea del Sur. Registros desclasificados de Alemania Occidental muestran que el equipo Artichoke dio drogas a prisioneros rusos como parte de un protocolo de investigación que decía que "la eliminación del cuerpo no es un problema." Esta es una señal escalofriante de lo poco que le importaba la vida humana al programa.
Estos experimentos se realizaron con miles de personas, incluidos presos y personas con enfermedades mentales graves. A muchas personas se les administraron drogas experimentales sin su permiso, y a algunos de los sujetos, incluidos niños de tan sólo cinco años, se les dio LSD y otras drogas que cambian la mente. A niños de tan sólo 11 años se les colocaron electrodos en el cerebro. Aún es difícil saber cuánto daño psicológico sufrieron estas víctimas. Sin embargo, la investigación del Comité de la Iglesia de 1975 descubrió que al menos el 20% de los sujetos sufrieron daños psicológicos duraderos.
El paso al Proyecto Alcachofa
En agosto de 1951, el Proyecto Bluebird era lo suficientemente conocido en los círculos de inteligencia como para que los funcionarios decidieran que necesitaba un nuevo nombre. El programa recibió oficialmente el nombre de Proyecto Alcachofa el 20 de agosto de 1951. Este cambio fue algo más que una medida de seguridad
Allen Dulles entró en la CIA como asesor en 1950 y se incorporó oficialmente en enero de 1951. Fue una parte importante del crecimiento del programa. Dulles estaba muy interesado en la idea de que la ciencia podía cambiar la forma de pensar de la gente. Pensaba que el control mental podría ser el arma más importante del futuro, y que cualquier país que encontrara la forma de controlar la mente de las personas podría dominar el mundo. Dulles fue un gran partidario de todo tipo de proyectos de control mental desde el principio de su carrera en la CIA hasta el final.
Dulles contrató a Sidney Gottlieb a principios de 1951 para dirigir este gran proyecto. Gottlieb era un químico con pie zambo y tartamudo. Fue la primera persona contratada por el gobierno de EE.UU. para encontrar formas de controlar la mente de las personas. Gottlieb dirigió el Proyecto Alcachofa en una investigación aún más agresiva en lo que los documentos llamaban "la investigación de los efectos de las drogas en el control del ego y las actividades volitivas."
El objetivo principal seguía siendo el mismo: averiguar si se podía obligar a alguien a intentar matar a otra persona. Un memorándum que se hizo público en enero de 1952 planteaba la pregunta más importante: "¿Podemos conseguir controlar a una persona hasta el punto de que haga lo que queremos que haga aunque vaya en contra de su propia voluntad e incluso de leyes básicas de la naturaleza, como la autoconservación?".
Los documentos del Proyecto Artichoke muestran que, a principios de la década de 1950, la CIA había logrado fabricar correos hipnóticos que funcionaban en simulaciones controladas. Aún no se sabe hasta qué punto se utilizaron estos métodos en operaciones reales.
La comunidad científica y médica
No sólo unos cuantos agentes de inteligencia deshonestos hicieron cosas malas en el Proyecto Bluebird, sino que también lo hicieron muchas personas importantes de la psiquiatría y la medicina estadounidenses. Los doctores de control mental no eran solo practicantes marginales
La CIA colaboró y pagó investigaciones en 88 instituciones privadas, como universidades, centros médicos y hospitales de primer orden. Esto supuso una violación generalizada de la integridad de la investigación en las universidades estadounidenses. Con frecuencia, los investigadores obtenían financiación a través de organizaciones tapadera de la CIA, a menudo sin ser conscientes de la verdadera intención de su trabajo, aunque muchos eran cómplices de la experimentación poco ética.
La participación iba más allá de la mera cooperación pasiva. Los médicos administraban activamente fármacos, hipnotizaban a la gente y realizaban otros procedimientos experimentales con personas que no sabían que estaban siendo sometidas a pruebas. Los experimentos formaban parte de otros programas secretos, como la investigación sobre armas químicas y biológicas y los experimentos con radiación. Todos estos programas fueron pagados por diferentes organismos gubernamentales, como la CIA, el Ejército, la Armada, las Fuerzas Aéreas e incluso el Servicio de Salud Pública.
George Estabrooks, licenciado en Harvard, becario Rhodes y catedrático de psicología de la Universidad Colgate, es el único médico especializado en control mental que ha admitido públicamente haber realizado numerosos trabajos de hipnosis para la CIA, el FBI y la inteligencia militar. En la década de 1940 se jactaba de poder hacer que las personas hipnotizadas siguieran órdenes sin saber que lo estaban haciendo.
El legado y la revelación
El Proyecto Bluebird estuvo oficialmente activo de 1950 a 1951, cuando pasó a llamarse Artichoke. Este proyecto condujo al aún más infame Proyecto MKUltra en 1953. Estos programas permanecieron ocultos en archivos clasificados durante décadas. La población de Estados Unidos no supo de estas pruebas hasta la década de 1970.
En 1974, el periodista Seymour Hersh publicó una investigación en el New York Times que revelaba que la CIA espiaba a los estadounidenses. Fue la primera señal de que el muro del secretismo empezaba a romperse. Esto dio lugar a una serie de investigaciones gubernamentales, como las audiencias del Comité Church en 1975 y el informe de la Comisión Rockefeller. Estos informes fueron los primeros en mostrar al público que la CIA y el Departamento de Defensa habían realizado experimentos con personas que no sabían que estaban siendo utilizadas como sujetos.
La noticia fue impactante. Sidney Gottlieb, que había estado a cargo de estos programas durante 20 años, fue llamado a declarar pero dijo que no recordaba muchos detalles. Esta pérdida selectiva de memoria fue muy útil porque Gottlieb había ordenado la destrucción de la mayoría de los registros de MKUltra, incluidos los archivos sobre Bluebird y Artichoke, en 1973. Pero algunos documentos sobrevivieron. El ex funcionario del Departamento de Estado John Marks presentó solicitudes al amparo de la Ley de Libertad de Información que finalmente condujeron a la desclasificación de miles de páginas de registros.
El caso de Frank Olson se convirtió en una de las tragedias más conocidas relacionadas con estos programas. En 1953, Olson, experto en guerra biológica en Fort Detrick, murió tras caer desde la ventana de un hotel en el piso 13 de Nueva York. Esto ocurrió pocos días después de que Sidney Gottlieb le suministrara LSD sin su conocimiento. Durante 22 años, a su familia se le dijo que se había suicidado mientras sufría un episodio psicótico. No se enteraron de la implicación de la CIA hasta que leyeron el informe de la Comisión Rockefeller de 1975. El Congreso acabó concediendo 750.000 dólares a la familia Olson, pero eso no devolvió a su padre ni compensó todas las mentiras que se habían dicho durante años.
Preguntas sin respuesta y cuestiones éticas
Las violaciones éticas del Proyecto Bluebird fueron muy graves y ocurrieron a propósito. El programa infringió normas básicas de ética médica, como la necesidad de consentimiento informado, la necesidad de evitar daños y la necesidad de respetar la dignidad y la libertad de las personas. No se trató a la gente como personas con derechos
Las profesiones médicas y psiquiátricas organizadas no han reconocido plenamente este sombrío periodo de la historia. Las facultades de medicina, las asociaciones profesionales y el mundo académico en su conjunto también son responsables de las acciones de médicos individuales. La aceptación de estos experimentos en instituciones respetadas demuestra lo rápido que se pueden cruzar las líneas éticas cuando se justifican con llamadas al deber y a la seguridad nacional.
Muchas preguntas siguen sin respuesta hoy en día. Alrededor del 80% de los archivos Bluebird fueron en su día secretos, y cerca del 20% se destruyeron a propósito. Según datos de los Archivos Nacionales, los esfuerzos de desclasificación han encontrado alrededor del 70% de los archivos supervivientes desde el año 2000. Sin embargo, sigue habiendo grandes lagunas en el registro histórico. Es posible que nunca lleguemos a conocer el alcance total de las operaciones que tuvieron lugar en el extranjero, la lista completa de instituciones que participaron o el número total de víctimas.
Aún no sabemos qué les ocurrió a las personas que fueron condicionadas o programadas con éxito. ¿Utilizó la CIA mensajeros hipnóticos o asesinos controlados en misiones reales? Los archivos en cuestión siguen siendo secretos. ¿Qué ocurrió con los miles de pacientes psiquiátricos y prisioneros que se utilizaron en experimentos? La mayoría de ellos nunca han sido reconocidos, compensados o tratados por los daños psicológicos a largo plazo que sufrieron.
Relevancia hoy
El legado del Proyecto Bluebird va mucho más allá de ser interesante desde un punto de vista histórico. El programa plantea cuestiones importantes sobre la responsabilidad del gobierno, hasta dónde pueden llegar las justificaciones de seguridad nacional y cómo proteger los derechos humanos en tiempos de crisis. Con las nuevas preocupaciones sobre nuevas tecnologías como la IA, los avances en neurociencia y la vigilancia digital, las lecciones del Proyecto Bluebird siguen siendo muy importantes.
El programa demostró lo rápido que las sociedades democráticas pueden renunciar a su moral cuando tienen miedo. Durante la Guerra Fría, en la década de 1950, la gente estaba tan asustada que hizo cosas que nunca habría hecho en tiempos de paz. El terrorismo y la competencia entre grandes potencias son dos de los problemas de seguridad actuales que ejercen presiones similares sobre la gente. Si la gente no se mantiene alerta, estas presiones podrían llevar a compromisos éticos.
Investigaciones académicas recientes, como la publicación en diciembre de 2024 por el Archivo de Seguridad Nacional y ProQuest de una exhaustiva recopilación titulada "La CIA y las ciencias del comportamiento: Mind Control, Drug Experiments and MKULTRA", consolida más de 1.200 documentos críticos relativos a estas iniciativas. Este esfuerzo continuo por reunir y estudiar materiales desclasificados garantiza que podamos comprender plenamente lo que ocurrió y aprender de ello.
El programa también demuestra lo importante que es disponer de medios sólidos para vigilar las cosas. Los abusos del Proyecto Bluebird se produjeron porque había poca supervisión y total secretismo. A raíz de estas revelaciones, se crearon comités de inteligencia en el Congreso, oficinas de inspectores generales y protecciones para los denunciantes. Sigue siendo muy importante mantener y mejorar estas protecciones.
Conclusión
El Proyecto Bluebird es un claro ejemplo de lo que puede ocurrir cuando el gobierno tiene poder sin ser abierto y responsable. El programa violó sistemáticamente los derechos y la dignidad de miles de personas vulnerables, todo ello en nombre de la seguridad nacional y el temor a la Guerra Fría. La participación de prestigiosas instituciones médicas y científicas ilustra la facilidad con la que pueden socavarse las normas éticas cuando se envuelven en la retórica del patriotismo y la necesidad.
El programa pasó de Bluebird a Artichoke y a MKUltra. Esto demuestra que los experimentos que se convierten en normales tienden a crecer en lugar de reducirse. Lo que empezó como una forma de protegerse contra lo que pensaban que eran capacidades enemigas se convirtió en un programa ofensivo para fabricar activos humanos controlados para operaciones de inteligencia. La pregunta principal que planteaba el Proyecto Bluebird sigue siendo importante: ¿Es posible controlar tanto a alguien que haga lo que queremos que haga aunque no quiera? La respuesta de la CIA, obtenida tras décadas de pruebas poco éticas, parece haber sido mayoritariamente negativa. Pero el precio en vidas humanas para encontrar esa respuesta fue muy alto.
La lista completa de las víctimas del Proyecto Bluebird aún no está completa porque siguen apareciendo documentos desclasificados y los historiadores siguen reconstruyendo esta historia oculta. Muchas personas murieron sin saber lo que les había ocurrido. Algunas personas tenían cicatrices mentales que nunca pudieron explicar. Algunas personas, como los pacientes psiquiátricos y las personas que vivían en instituciones y que constituían la mayoría de los sujetos de las pruebas, no tenían voz ni poder para contar sus historias.
El legado del Proyecto Bluebird debería ser una advertencia del pasado y un recordatorio para estar siempre alerta. En una época en la que la neurotecnología, la inteligencia artificial y las amenazas a la seguridad son cada vez mejores, sigue siendo muy tentador perseguir capacidades tecnológicas sin suficientes límites morales. La lección del Proyecto Bluebird es clara: algunos conocimientos cuestan demasiado, y algunas formas de obtenerlos van en contra de los valores que las sociedades democráticas dicen defender. Cada generación tiene que mantener esas líneas en su sitio, incluso cuando hay amenazas reales, miedos reales y razones de peso para cruzar las líneas éticas en nombre de la seguridad.
Referencias
- Archivo de Seguridad Nacional, "Nueva colección científica sobre los experimentos de control de conducta de la CIA" (2024)
- Sala de lectura de la Ley de Libertad de Información de la CIA, documentos del Proyecto Bluebird (hechos públicos de 2003 a 2024)
- Audiencias del Comité Church del Senado de los Estados Unidos sobre actividades de inteligencia (1975)
- Informe de la Comisión Rockefeller sobre las actividades de la CIA (1975)
- Colaboradores de Wikipedia, "Proyecto Artichoke" y "MKUltra"
- Ross, Colin A., "Bluebird: Deliberate Creation of Multiple Personality by Psychiatrists" (2000)
- Marks, John, "The Search for the Manchurian Candidate: The CIA and Mind Control" (1979)
- Stephen Kinzer, "Envenenador en jefe: Sidney Gottlieb y la búsqueda de la CIA del control mental" (2019)
- Archivos de la Alianza para la Protección de la Investigación en Seres Humanos
- Muchos memorandos y documentos de la CIA de 1950 a 1953 que se han hecho públicos