La Operación Mockingbird es uno de los programas de espionaje más controvertidos y duraderos de la Guerra Fría. Esta supuesta campaña secreta de la Agencia Central de Inteligencia trató de utilizar los medios de comunicación estadounidenses con fines propagandísticos, lo que difuminó los límites entre el periodismo y las labores de inteligencia de un modo que aún hoy hace desconfiar a la gente de las instituciones mediáticas.
Cómo empezó un programa secreto
La historia de la Operación Mockingbird comienza después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos tuvo que enfrentarse a un nuevo enemigo: la Unión Soviética. La Guerra Fría fue algo más que un conflicto militar.
Frank Wisner se convirtió en el jefe de la Oficina de Coordinación Política en 1948. Se trataba de una unidad de operaciones secretas creada por el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Al principio, la OPC recibía ayuda de la CIA, pero estaba bajo el control del Departamento de Estado, lo que le daba mucha libertad para llevar a cabo operaciones de guerra psicológica. Existen distintas versiones sobre el momento en que Wisner puso en marcha lo que ese mismo año se conocería como Operación Mockingbird, pero el momento exacto sigue siendo objeto de debate.
Wisner era la única persona que podía hacer este trabajo. Había trabajado para la Oficina de Servicios Estratégicos durante la Segunda Guerra Mundial y había visto lo poderosas que podían ser la propaganda y las operaciones psicológicas. Estaba seguro de que se necesitaban contramedidas contundentes para detener la expansión del comunismo después de ver cómo las tropas soviéticas se apoderaban de Europa del Este al final de la guerra en Rumanía. Pensó que los medios de comunicación serían un lugar importante para luchar en esta guerra.
Cómo funciona la manipulación mediática
El funcionamiento de Mockingbird era complejo y astuto. El programa no se limitaba a colocar noticias falsas o a controlar directamente lo que escribían los redactores. En su lugar, se centraba en establecer relaciones con periodistas, editores y ejecutivos de medios de comunicación poderosos. Estas relaciones funcionaban a muchos niveles, desde claros acuerdos remunerados hasta acuerdos tácitos en los que cumplir con el deber de ciudadano y hacer bien el trabajo eran la misma cosa.
Documentos y testimonios que salieron a la luz más tarde demostraron que la CIA contrató a periodistas estadounidenses de alto nivel para trabajar en lo que era básicamente una red de propaganda. A algunos periodistas se les pagaba directamente por su ayuda. Algunos colaboraban con las agencias de inteligencia porque creían que era su deber hacerlo. Otros veían beneficios prácticos, como obtener información exclusiva o ayuda para sus reportajes en otros países.
El programa llegó incluso a las organizaciones de noticias más respetadas de Estados Unidos. La autora Deborah Davis dice que a principios de los años 50, Frank Wisner había hecho amistad con personas respetadas en The New York Times, Newsweek, CBS y otras importantes organizaciones de noticias. Cord Meyer se convirtió en una pieza clave en la gestión de estas relaciones con los medios de comunicación tras incorporarse a la CIA en 1951.
Los trabajos que se asignaban a los periodistas-operativos eran muy diferentes entre sí. Algunos sólo trabajaban para la CIA como "ojos y oídos", contándoles lo que veían mientras estaban en misiones en el extranjero. Algunos hacían algo más que sentarse y observar. Plantaron historias que eran buenas para la CIA, protegieron a agentes de la CIA o actuaron como intermediarios con fuentes de inteligencia en países comunistas. En algunos casos, las grandes agencias de noticias dieron cobertura a sabiendas a empleados de la CIA, dándoles trabajo como colaboradores o personal administrativo en oficinas extranjeras.
La Operación Guatemala: Lo que hizo Mockingbird
El derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz en 1954 fue uno de los usos más importantes de los poderes de la Operación Mockingbird. La operación demostró cómo la acción encubierta podía utilizarse con la manipulación de los medios de comunicación para alcanzar objetivos de política exterior.
Frank Wisner era el responsable de la Oficina de Coordinación Política y estaba a cargo de lo que llegó a conocerse como Operación Éxito. La campaña contra Arbenz tenía muchas partes. Se decía que figuras de los medios de comunicación como Henry Luce, el poderoso fundador de la revista Time, podían impedir que se publicaran historias que simpatizaran demasiado con Arbenz. Se dice que Allen Dulles, que se convirtió en jefe de la CIA en 1953, impidió que periodistas de izquierdas fueran a Guatemala a cubrir la situación. Uno de esos periodistas era Sydney Gruson, del New York Times.
Este esfuerzo conjunto entre las operaciones de inteligencia y el control de los medios de comunicación demostró lo poderosa que era Mockingbird en su momento álgido. La CIA se aseguró de que el público y los políticos apoyaran el derrocamiento de un gobierno elegido democráticamente controlando la historia sobre lo que estaba ocurriendo en Guatemala.
Investigación y exposición
La CIA y los medios de comunicación estadounidenses podrían haber mantenido sus estrechos vínculos en secreto para siempre si no hubiera sido por la agitación política de los años setenta. El escándalo Watergate y las noticias que surgieron tras él sobre los programas de espionaje del gobierno permitieron hacer preguntas sobre las acciones de las agencias de inteligencia que nunca antes se habían planteado.
La CIA tuvo que escribir un informe en 1973 llamado las "Joyas de la Familia" que enumeraba una serie de cosas cuestionables que la agencia había hecho. Este documento mencionaba un "Proyecto Mockingbird" que implicaba escuchas telefónicas a periodistas en 1963, pero no entraba en detalles sobre el programa más amplio de manipulación de los medios de comunicación que más tarde se conocería como Operación Mockingbird.
Las investigaciones del Comité Church de 1975 fueron el verdadero punto de inflexión. El Comité Selecto del Senado para Estudiar las Operaciones Gubernamentales con Respecto a las Actividades de Inteligencia se creó el 27 de enero de 1975, después de que salieran a la luz noticias impactantes sobre las actividades de la CIA. El senador Frank Church, de Idaho, dirigió el comité, que nunca antes había tenido tan fácil acceso a material clasificado y habló largo y tendido con funcionarios de los servicios de inteligencia.
La investigación del Comité Church confirmó lo que muchos ya pensaban: la CIA había establecido efectivamente relaciones con grupos privados, incluidos los medios de comunicación. El comité encontró pruebas de que cincuenta periodistas tenían vínculos oficiales pero secretos con la CIA. Pero más tarde, los críticos dijeron que el informe final del comité minimizaba la gravedad de esas relaciones y protegía a las figuras y organizaciones mediáticas más conocidas que estaban implicadas.
La exposición de Bernstein
Si la investigación del Comité Church abrió una puerta, el periodista Carl Bernstein la abrió de par en par. Bernstein acababa de ganar el caso Watergate en The Washington Post. En 1977, pasó seis meses investigando la relación entre la CIA y la prensa durante la Guerra Fría.
El 20 de octubre de 1977, la revista Rolling Stone publicó un artículo de portada de 25.000 palabras sobre sus descubrimientos que causó muchos problemas. Bernstein afirmaba que, en los últimos 25 años, más de 400 periodistas estadounidenses habían trabajado para la CIA sin que nadie lo supiera. Entre ellos se encontraban algunos de los nombres más respetados del periodismo estadounidense, como columnistas, corresponsales en el extranjero y ganadores del Premio Pulitzer.
El hallazgo más importante de Bernstein fue que encontró las organizaciones de noticias que tenían los vínculos más estrechos con la CIA. Dijo que el New York Times, la CBS y Time Inc. habían sido "con mucho, los más valiosos" de estos grupos. Las operaciones de la CIA en los medios de comunicación se vieron facilitadas por la cooperación de ejecutivos de la prensa como William Paley de la CBS, Henry Luce de Time Inc. y Arthur Hays Sulzberger del New York Times, entre otros.
El reportaje de Bernstein demostró que las conexiones de la CIA con periodistas no se limitaban a unas pocas manzanas podridas
La discusión sobre si existió la Operación Ruiseñor
Todavía se debate mucho sobre si la operación llamada "Mockingbird" existió alguna vez tal y como se describe, aunque hay muchas pruebas de que la CIA trabajó con periodistas. Hay algunos puntos principales de controversia en la polémica.
La biografía no autorizada de 1979 de Deborah Davis sobre la propietaria del Washington Post, Katharine Graham, parece haber hecho más conocido el término "Operación Sinsonte". Davis afirmó que Frank Wisner puso en marcha la Operación Sinsonte para luchar contra la propaganda soviética y contrató a Phil Graham, del Washington Post, para dirigir el programa en los medios de comunicación. Pero Davis no dio ninguna fuente para estas afirmaciones, y en investigaciones posteriores no se encontró ningún documento que mostrara una operación con este nombre.
En su libro de 2019 "The Rising Clamor: The American Press, the Central Intelligence Agency, and the Cold War", el historiador David P. Hadley dice que el Comité Church y la exposición de Bernstein no dieron suficiente información específica, lo que facilitó que la gente inventara historias. Hadley afirma que la CIA sí estableció relaciones con periodistas y organizaciones de noticias, pero no hay pruebas de que existiera un programa sistemático llamado Operación Mockingbird, como afirma Davis.
La confusión es aún mayor porque los documentos de la CIA sí mencionan un "Proyecto Mockingbird", pero se trataba de una operación diferente. El documento Family Jewels, que se hizo público en 2007, dice que el Proyecto Mockingbird fue una operación de escuchas telefónicas que tuvo lugar entre marzo y junio de 1963. Su objetivo eran dos columnistas sindicados, Robert Allen y Paul Scott, que habían escrito artículos basados en información secreta. Esta operación, que el director de la CIA John McCone puso en marcha con la aprobación del fiscal general Robert F. Kennedy, no tenía nada que ver con la utilización de los medios de comunicación para difundir información falsa.
Las secuelas y los cambios de política
Las investigaciones del Comité Church y de Bernstein obligaron a la CIA a admitir sus vínculos con los periodistas y a modificar su política. Cuando George H.W. Bush se convirtió en director de la CIA en 1976, la agencia estableció una nueva norma: no contrataría a ningún periodista a tiempo completo o parcial que trabajara para un servicio de noticias, periódico, revista, cadena de radio o televisión o emisora de Estados Unidos.
Pero los críticos señalaron que esta política tenía grandes lagunas. La CIA afirmó que seguiría "acogiendo" a los periodistas que quisieran colaborar gratuitamente. Muchas de las relaciones ya existentes no cambiaron. La política tampoco decía nada sobre los vínculos de la agencia con ejecutivos de la prensa que podían ayudar a que las cosas funcionaran sin problemas sin el conocimiento de los periodistas en activo.
Se crearon comités permanentes de inteligencia en ambas cámaras del Congreso para asegurarse de que el Congreso pudiera vigilar mejor las cosas. La Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera de 1978 estableció nuevas leyes sobre la forma de recopilar información de inteligencia. Pero seguía habiendo dudas sobre si estos cambios realmente ponían fin a las prácticas que se revelaron en la década de 1970 o simplemente las hacían más clandestinas.
Actualidad y debates en curso
El legado de la Operación Mockingbird sigue resonando en los debates actuales sobre la credibilidad de los medios de comunicación, la propaganda gubernamental y la interacción entre las agencias de inteligencia y la prensa. La preocupación por la manipulación de los medios ha aumentado en los últimos años debido al auge de las plataformas digitales, las redes sociales y las complejas campañas para influir en la gente.
Robert F. Kennedy Jr. dijo durante la campaña presidencial de 2024 que la Operación Sinsonte estaba "viva y bien hoy". Dijo que el programa nunca había terminado realmente y que seguía siendo utilizado por las principales organizaciones de noticias para influir en la opinión pública. Los verificadores de hechos no pudieron encontrar ninguna prueba que respaldara estas afirmaciones, pero muchos estadounidenses que no confían en los principales medios de comunicación estuvieron de acuerdo con ellas.
La discusión sobre la existencia y el alcance de Mockingbird saca a relucir cuestiones más importantes sobre lo abiertas y responsables que deben ser las instituciones. Incluso si el programa del que hablaba Davis nunca existió con ese nombre, el hecho de que haya tantas relaciones documentadas entre la CIA y los medios de comunicación nos hace cuestionarnos hasta qué punto es independiente la prensa y hasta qué punto funciona bien la democracia.
En cierto modo, el hecho de que la gente no sepa mucho sobre la Operación Sinsonte ha hecho que tenga un mayor efecto en la conciencia pública. El programa se ha convertido en un fuerte símbolo y punto de partida para charlas sobre cómo los medios de comunicación pueden ser manipulados, cómo el gobierno puede difundir información falsa y cómo las instituciones democráticas pueden ser fácilmente influenciadas sin que nadie lo sepa. Mockingbird es un hecho histórico documentado: durante la Guerra Fría, las agencias de inteligencia estadounidenses establecieron sistemáticamente relaciones con periodistas y organizaciones de noticias para influir en la opinión pública. Esto es cierto independientemente de que los detalles concretos encajen o no en la mitología que ha crecido a su alrededor.
Lo que hemos aprendido y lo que significa
La Operación Sinsonte nos enseña mucho sobre cómo el gobierno, los medios de comunicación y el público pueden confiar los unos en los otros. En primer lugar, muestra lo fácil que es para la prensa perder su independencia cuando se apela al patriotismo y a la seguridad nacional. Muchos periodistas que trabajaron con la CIA pensaban que cumplían con su deber para con su país, que no renunciaban a su integridad. Esto demuestra lo fácil que es quebrantar la ética profesional cuando se la pone por bandera.
En segundo lugar, Mockingbird muestra lo importante que es que las operaciones de inteligencia sean abiertas y responsables. Como el programa era secreto, los estadounidenses recibieron noticias y análisis durante décadas sin saber que las agencias de inteligencia estaban cambiando los resultados. Aunque la gente conoce estas operaciones, todavía no lo sabe todo sobre ellas porque muchos detalles siguen siendo secretos o han sido destruidos.
En tercer lugar, el debate sobre la existencia o no de Mockingbird muestra cómo el secretismo conduce a la especulación. Como no hay suficiente documentación, el programa se ha convertido casi en una leyenda en algunos círculos, con afirmaciones que van mucho más allá de lo que se sabe que es cierto. Esto demuestra lo importante que es desclasificar la información y aclarar la historia, no sólo para rendir cuentas, sino también para asegurarse de que la historia es exacta.
Por último, Mockingbird es una advertencia sobre lo peligroso que es mezclar el trabajo de inteligencia con el periodismo. Utilizar el periodismo como tapadera de operaciones de inteligencia no sólo dañó la reputación de los periodistas que participaron en ellas, sino que hizo quedar mal a todos los periodistas, especialmente a los que trabajaban en zonas sensibles o en países extranjeros. Esta sospecha sigue existiendo hoy en día y, en algunos casos, ha puesto en peligro a periodistas que no tienen nada que ver con los servicios de inteligencia.
Conclusión
La Operación Sinsonte sigue siendo una de las partes más comentadas de la historia de la inteligencia y el periodismo estadounidenses. No importa si hubo un programa formal con ese nombre o si el término es sólo una forma conveniente de hablar de las relaciones documentadas entre la CIA y los medios de comunicación. El hecho es que durante la Guerra Fría, las agencias de inteligencia estadounidenses contrataron sistemáticamente a periodistas y establecieron relaciones con organizaciones de noticias para influir en la opinión pública y promover sus objetivos de política exterior.
Puede que nunca sepamos toda la verdad sobre estas operaciones. Muchas personas importantes han muerto, muchos documentos se han perdido y mucha información sigue siendo secreta. No cabe duda de que la CIA y los medios de comunicación estadounidenses mantuvieron una relación mucho más estrecha durante la Guerra Fría de lo que la gente sabía entonces. Esta relación tuvo un gran efecto sobre la confianza pública y la gobernanza democrática.
Mientras los estadounidenses se enfrentan a un panorama mediático cada vez más complicado y lleno de historias contradictorias y preocupaciones por la información falsa, las lecciones de la Operación Mockingbird siguen siendo importantes. El programa es un recordatorio de que debemos estar siempre en guardia para proteger la libertad de prensa y de que el derecho del público a saber debe equilibrarse con las preocupaciones reales de seguridad mediante procesos abiertos y responsables, en lugar de manipulaciones secretas.
En la cultura estadounidense, el ruiseñor es conocido por ser capaz de copiar el canto de otros pájaros. El nombre de este supuesto programa mediático de la CIA, ya fuera a propósito o por casualidad, resultó ser muy apropiado. El objetivo de la operación era conseguir que los medios de comunicación estadounidenses cantaran la misma canción que las agencias de inteligencia de Estados Unidos. Este objetivo se consiguió mucho más de lo que la mayoría de los estadounidenses se dieron cuenta hasta muchos años después. Cualquiera que quiera tratar con los medios de comunicación de hoy en día con la cantidad adecuada de escepticismo y discernimiento necesita conocer esta historia.
Referencias
- Informes del Comité Church (1975-1976), Comité Selecto del Senado de EE.UU. para el Estudio de las Operaciones Gubernamentales con respecto a las Actividades de Inteligencia
- Bernstein, Carl. "La CIA y los medios de comunicación". Rolling Stone, 20 de octubre de 1977
- Documento sobre las joyas de la familia de la CIA (desclasificado en 2007)
- Davis, Deborah. "Katharine la Grande: Katharine Graham y el Washington Post" (1979)
- Hadley, David P. "El creciente clamor: la prensa estadounidense, la Agencia Central de Inteligencia y la Guerra Fría" (2019)
- Directiva del Consejo de Seguridad Nacional NSC 10/2 (1948)
- Documentos de la Oficina de Coordinación Política, publicaciones de la CIA en virtud de la Ley de Libertad de Información
- Oficina Histórica del Senado de EE.UU., "The Church Committee" historical overview
- Centro Levin para la Supervisión y la Democracia, recursos del Comité Church
- Varios artículos de The New York Times, The Washington Post y otras fuentes que documentan las investigaciones y revelaciones.